¿Por qué será que todos los
que reparan o construyen una obra pública son sospechosos de dejar tinta negra
en su caminar?
¿Por qué será que muchos de
los pueblos y gentes que, desde un ayer muy lejano, han sido sufridores de esta
colección de mangantes hoy son unos déspotas?
Preguntemos a los que huyendo
en busca de una vida digna -algo a lo que nos anima buscar los derechos
humanos- fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera. Preguntemos a los que
nunca saben de dónde son, a los eternos indocumentados. Ellos, como tú y como
yo, aman el amor y la vida y los alegres días de la primavera
Estos síntomas vividos por
muchos latinoamericanos han sido expresados por sus poetas, escritores teólogos
etc. y hasta por sus muertos. Sí, los muertos están cada día menos dóciles, más
rebeldes. Parece como sí se dieran cuenta de que cada vez son más mayoría.
Pero detrás de ellos, ayer y
hoy, hemos nacido nosotros, todos
aquellos que, con un mínimo de conciencia en cualquier lugar del mundo,
queremos que nuestra esperanza no se quede en meras palabras.
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