Octubre tuvo siempre
mi muerte preparada.
Tuvo siempre el poder
de echarme encima errores,
de escupirme a la
cara que camino despacio.
Octubre, como
siempre, me contagió las lluvias,
me cortaba, el
teléfono, las alas,
redujo a puro tiempo
el vuelo de las nubes.
Asesinó a los pájaros
y perpetró la huelga
de semáforos y luces,
el hábito de objetos
y costumbres pasadas.
Octubre estuvo
siempre manchado de alquitrán.
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