Era como un camino lleno de
sombras. Ibas despacio, con cautela, incluso con miedo de tropezar con algo o
de caerte por un precipicio. Al llegar a la puerta de la casa respiraste con
fuerza como animándote a seguir al tiempo que te dabas un descanso. Pero al
empujar la puerta vistes como las sombras se perdían en la oscuridad del suelo
y del techo. Los fósforos de tus cigarros encendieron una candela.
Varios cuadros de viejas
damas decoraban la habitación central. Las viejas damas bordando sus encajes a
la luz de la luna, y te acordaste como tu abuela pasaba horas escuchándote
tocar el piano cuando eras pequeño. Quisiste volver a experimentarlo. Las
teclas del piano estaban llenas de polvo. Pasaste primero una manga y después
varios dedos por el teclado para escuchar la mezcla de unos sonidos graves que
pronto dejaron de oírse
Ahora, saliendo de aquel
sitio te preguntabas qué razones te habían llevado hasta la casa. No tenías mucha
necesidad para venir acá. Simplemente es parte de tu historia. Y tu historia,
te pertenece. Aunque en aquel momento solo estuvieras aprendiendo. De alguna
manera te hacen consciente las sombras actuales que te rodean y que, incluso,
ni cuenta te has dado. Eso sí, antes no había nada. Y solo pasar por medio de
aquellos arboles donde, cuando pequeña, te sentabas a escribir poemas, hizo que
la luz alumbrara tu regreso al día de hoy.
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