Todavía lo seguimos haciendo
nosotros con nuestros pequeños, como en otro tiempo lo hacían los mayores con
nosotros. “Cierra los ojos”, nos
decían, y, al abrirlos, nos encontrábamos con la sorpresa que estábamos esperando
o no.
Hoy, de mayor, me digo a mi
mismo de vez en cuando el “cierra los ojos”. Pero por mucho que, relajado y
distendido, pase un buen rato con los ojos cerrados, al abrirlos la sorpresa
sigue evadida de mi realidad. Hoy mis sorpresas se quedan en la oscuridad, volando
en la imaginación. Ayer mis sorpresas se hacían realidad, hoy siguen volando
entre las nubes. ¿No habrá manera de volver a la tradición infantil? Seguiré
cerrando los ojos al tiempo que visualizo mi deseo, y los abriré más tarde, al
tiempo que planeo como mantener la unión con aquellos que tienen mis mismos
valores para seguir haciendo un mundo de ojos abiertos que disfruten y gocen
del resultado de sus esfuerzos.
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