Cuando todo había evolucionado para mejorar, un color gris
plomizo abundaba en la tierra. De pequeños los cuatro estábamos unidos. El
problema y alegría de uno era también de los demás. Nos hicimos mayores y bastó
que uno asumiera el papel de lejano para que todos nos sintiéramos así.
Hoy ya, con las sienes plateadas, a todos se nos nota el
deseo de vivir la etapa de muchachos en que compartíamos cosas y hablábamos. La
ley natural de que todo evoluciona para mejorar la especie, aquí no ha
funcionado.
Lejos quedó nuestra blanca juventud. Ya hemos llegado al
otoño de nuestras vidas. Es ahora que podamos asumir aquello del poeta: “Hemos
andado muchos caminos; hemos abierto muchas veredas; hemos navegado en cien mares
y atracado en cien riberas”
Es hora de que, sin prisas, nos contemos hasta dónde hemos
llegado y los sueños que hemos alcanzado. Y que lo hagamos allí, en la plaza
vieja donde, a su sombra, los niños de hoy siguen jugando y cantando como lo
hicimos nosotros, los niños de antesdeayer.
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