Todas las casas son ojos
que resplandecen y acechan, dice el poeta. También en aquella casa que llamaban
residencia de ancianos. Compartía parte de mi tiempo libre realizando con ellos
actividades para ejercitar la memoria. Y en una de ellas propuse contaran cómo
habían querido que fuera su vida. Les costó un poco. Pero bastó que uno se
expresara para tener que poner orden en el turno de palabra. Y aquí comparto
las que pude anotar. Les vi tan unidos aquel día que transcribo lo que dijeron
como si fuera de una sola persona.
He querido navegar por
las corrientes del bien. No me ha interesado bucear en los mares del mal. He
procurado crecer superándome a mí mismo. Me he puesto a escuchar muchas veces
lo que dice mi corazón sin importarme las razones de los demás que estaban a mi
lado. Quizás por eso esté hoy aquí –ellos creen que solo, yo me siento que más
acompañado que nunca-.
He tenido que afrontar
grandes desafíos. No todo ha sido sencillo. Y desde el esfuerzo he ido
construyendo poco a poco mi mundo. Todos deberían saber que nada se nos da
regalado. Y que siempre hay tormentas que esquivar. Y que, a su pesar, siempre
se puede ir hacia adelante.
Descubrí en la mujer su
ternura y belleza, su sabiduría. Su poder, la pureza de su alma. Su dignidad y
su amor por aquel a quien se entregaba. Y no logro comprender como a estas
alturas de nuestra vida esta residencia no es mixta, y solo admite hombres.
En estos momentos quiero
distraerme de tantas heridas que me hicieron llorar y despedirme de tanta pena
habida y que ha seguido creciendo. Y cuando me haya hecho polvo -en mi caso
serás más bien arena-, sentir que estoy sesteando, olvidando, sonriendo.
P.D.: una actividad que
nunca olvidaré y que me gustaría repitieran conmigo un día.
Qué triste!!!
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