Hoy quiero saludarte
especialmente a ti, Vida.
Detectives, eruditos,
científicos, ecologistas, historiadores, teólogos, comerciales, manteros,
escritores y un largo etcétera de grupos con sentido común -y sin él- han
querido desentrañarte desde lo más hondo y no han podido. Aún siguen en ese
empeño y cuando creen haber avanzado descubren hay un espacio por venir.
Tú eres la que trajo al mundo la
palabra justicia y también libertad. Muchos, poniéndote zancadillas y
enjaulándote por pequeños instantes, han querido echarte encima la causa del
hambre y de las guerras entre hermanos. Porque tú eres la que ha desentrañado
la humana y divina locura de la historia de la Humanidad.
Nada ha sido vergonzoso e
inocente para ti, y cuando todo parecía haber acabado has renacido como el Fénix
desde las mismas cenizas. Te recuerdo, Vida, jugando muchos y variados papeles.
Te he visto en los oficios más villanos y en los puestos de responsabilidad más
altos. Te he visto en los escombros y desperdicios y también brillando como
caída del cielo en la noche de fiesta más luminosa. Te he visto haciendo fuego
con las piedras en la época primitiva y tirando del carro medieval de unos
titiriteros muertos de hambre, al igual que acompañando a los astronautas en
sus paseos por las plazas del espacio sideral. Te he visto en un pesebre vacío
y saltando las alambradas verjas de los que solo te quieren para ellos y luchan
para que otros no disfruten de ti. Te he visto muriéndote, muerta ya y, sin
embargo, al volverme de despedirte encontrarme de nuevo contigo.
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