Juan se
sentía inferior a sus vecinos, sobre todo al del 32 izq. Hablaba con voz más
alta, sentía como si le estuviese dando
órdenes. Comentándolo con unos amigos del colegio éstos le hicieron desistir de
la idea. “¿Por qué se consideraba inferior? Puede que en algunas cosas tenga más
conocimiento que tú, pero darlo por hecho como sistema es algo irrazonable”.
“Te diré una
cosa -le comentó un compañero- En mi clase hay uno que se comporta así, pero lo
he descubierto. Tiene un complejo de superioridad de tres pares de narices”.
Y es que
cada día estamos dando a conocer las manifestaciones de nuestra naturaleza inferior:
podemos tener un mal día, pero eso no nos debe conducir a un estado de
desánimo. No puedo. No soy lo suficientemente bueno.
¿Qué hacer
ante estas cosas? Yo al menos desconfío de lo que viene de ahí. No tengo unas
orejeras que me impidan mirar a todos lados. Podrás comprender a los que
piensan así pero de ninguna manera estás llamado a seguirle en sus viejas
actitudes propias de cuando estábamos a oscuras
De vez en cuando nos salen fuera cosas de
nuestra naturaleza inferior. Desconfiemos de ella, tratemos de que no nos
convenza y no le demos la razón. Si quieres le damos el beneficio de la «razón irrazonable»,
diciendo: «Bien, es la que es por motivos que sin duda fueron válidos en el
pasado, en un cierto estado de la evolución, cuando el hombre, al igual que el
animal, debía obedecer a sus instintos para sobrevivir. Pero ahora, en un
estado más avanzado de la evolución, la Inteligencia cósmica tiene otros
proyectos para mí.» Juan salió convencido de lo que le había aportado su amigo.
Para algo había estudiado psicología y el, sin embargo, se había quedado con
las fórmulas de la química.
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