Cambió de armario y dejó todo
su contenido sobre la cama. Una a una repasó todas sus blusas y fue tirando en
una bolsa aquellas que tenían el cuello o los puños un poco pasado. Y vio como
sus bragas y medias no le hacían feliz.
Y comenzó a pensar cómo
conjugar el orden la armonía, la limpieza y la austeridad en su nuevo armario.
Había escuchado unos criterios procedentes de la nueva cultura japonesa y
quería ver cómo implantarlos en su casa.
Y poco a poco se fue dando
cuenta de quien, en esto como en todas las cosas, no es lo mismo predicar que dar
trigo, no es lo mismo lanzar una teoría qué ponerla en práctica, tomando una
vez más conciencia de que detrás de cada teoría había una marca comercial que
impulsaba su venta.
En aquel momento se arrepintió
de haber tirado un armario, que apenas hacia año y medio había comprado, por
dejarse llevar por una propaganda bien planificada.
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