Sentadas a la orilla de un
acantilado, Magnolia y María del Mar se lo pasaban en grande contando chistes.
Al cabo de un tiempo Magnolia abrió su bolso para merendar una tortilla de
verduras hecha por ella al horno. Y al abrirlo sacó para enseñármelo un pequeño
portarretratos de cuando tenía unos diez años.
Fue entonces cuando Magnolia
se acordó de algo que, con esa edad, le había pasado y se lo contó a su amiga:
- Un día en el colegio, en
clase de plástica, me agaché a guardar un libro en mi mochila. Y a un compañero
se le ocurrió darme una nalgada delante de todos. Unos rieron, otros
aplaudieron. Y yo me eché la culpa al haberme agachado y mostrar mi tiernito
culo del diez años.
Ahora veo se cumplió aquel
dicho que dice: “No te preocupes si un niño te pega o molesta. Eso es señal de
que le gustas".
El recuerdo de este hecho dio
pie a cambiar de tema y hablar sobre el tan traído y llevado acoso sexual.
Pero hablar de ese tema es
imposible hacerlo fríamente. Es algo de
lo que las mujeres siempre hablan desde la conmoción Es imposible
olvidar los sentimientos, olvidar las experiencias, mantener la actitud
distante de quién analiza una realidad
ajena. Volver sobre ello es buena parte de la actividad feminista de todos
estos años. Porque siempre se empieza con la misma pregunta: ¿Por qué?
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