No estoy solo. En ningún momento. Hay un
otro que siempre me habita. Y no es el mismo. En algunos momentos actúa como
invasor, actúa como un felino, como una sombra de piedra que ha crecido dentro
de mí.
Hay también otro que me alegra. Me hace
descubrir que de mi enemigo también puedo aprender. Fíjate en la piedra. No
siempre es un obstáculo, a veces es una sombra que cobija, un refugio tras el
que cobijarse. O También un testigo del paso del tiempo. Puede ser un canto
rodado, sin aristas. Valoro su paciencia, dejando que el sol y el frío intenten
resquebrajarla. Pero también puede ser un arma, la piedra con la que David
buscó la sien de Goliath.
No estoy solo.
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