Acaba de morir Consuelo. 94
años, maestra, sin familia, aunque su vida formó, animó y ayudó a familias
concretas, algunas de las cuales pasarán de la noticia y las más ni se
enterarán.
Su adiós a esta vida será sin
pena ni gloria. Pero su vida -que es lo importante- está llena de obras buenas
y de solidaridad. Todo lo cual para ella significaba amar a Dios.
Mi primer recuerdo es ver a
una persona mayor dé pelo blanco, sonriéndonos a mí y mujer al llegar a Bilbao.
Quiero recordarla con esa amplia sonrisa con la que se movía en la vida. Sonrió
porque ha vivido y ha dado vida a otros.
Quisiéramos, Rosa y yo, abrir
nuestra mente y desde la distancia sonreírte, Consuelo, abrir los ojos y seguir
sonriendo en la vida como lo hacías tú, lo cual quiere decir solidaridad.
Quiero seguir hablándote normalmente, como lo hemos hecho siempre y con la
novedad de que ahora estás mirando al horizonte, empujándonos hacia metas
nuevas.
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