Era de esperar. Dice el refrán que “siempre que pasa… sucede lo mismo”. Algunos medios de prensa escrita comienzan a especular con fechas de comercialización de la ansiada vacuna para el coronavirus. Y “especular” no sólo en las fechas, sino también los precios, porque los laboratorios no trabajan gratis. Son empresas privadas, con el objetivo cierto (y razonable…) de obtener beneficios. La cuestión que se abre ahora es qué se entiende por razonable.
Según parece, la que parece más avanzada (fase 3, probada sobre un grupo de 30.000 voluntarios),de la empresa norteamericana Moderna, se aplicaría en dos dosis, con un precio final entre 40 y 60 euros. Apoyada en parte por el gobierno de este país tardaría un tiempo en llegar al resto del mundo porque el mercado estadounidense acapararía durante semanas la producción. Los siguientes en poder disfrutarla -no seamos ingenuos- sería los países que pudieran pagar esos precios. Es decir, los países ricos.
Habría que esperar -esperar aun más- a la aparición de las vacunas producidas en otros laboratorios, aparentemente más atrasados en su consecución, como la de AstraZeneca (respaldada por Alemania, Italia, Francia y los Países Bajos), con un precio que no sobrepasaría, al parecer de los 4 euros.
Pero, en cualquier caso, no esperemos que en una primera instancia unas u otras vacunas van a distribuirse universalmente. Accederán a ellas primero, no quien más las necesite, sino quien pueda pagarlas. De nuevo, el mercado impondrá su ley.
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