Tendida en la tumbona en mi balcón cogiendo sol, por eso de la vitamina D, a cuenta ahora del Ómicron, me viene a la memoria cuando lo hacía confinada por la primera ola de la pandemia... Esta vez hay un cambio abismal con el exterior de entonces.
Ahora se oyen las campanas de la iglesia cercana reclamando fieles, coches circulando una vez integrados sus dueños, niños en la calle que juegan contentos recobrando parte de su libertad.
Antes sólo se movían los animales alegres de recuperar su naturaleza. Ahora se vuelven a conformar con lo que les dejamos quienes parecen ser más animales y menos sabios que todos ellos.
El sol brilla con todo su esplendor bajo un cielo que el astro torna de un precioso color azul. Los pájaros intentan sobresalir con sus cantos, pero ahora son ensordecidos por coches, motos y demás vehículos en un asfalto que ha cobrado vida.
Han pasado ya las fiestas de Navidad y Fin de Año que tanto sufrimiento supone para animales y personas sensibles, quienes parecen enloquecer o morir de miedo. Pero esto no importa a un amplio resto llamado humanos. Ande yo caliente... sin que importe la gente.
Lo que no parecen percibir es que la gente la forman ellos también, y que caerán con lo mismo a lo que no les importa abocar a los demás.
Hasta los pájaros se agrupan inteligentemente en su vuelo en bandadas para ayudarse mutuamente. Deben ser animales más racionales que los que llevan su nombre.
Mientras tanto la vitamina D sigue generándose en mi organismo, a ver si conseguimos eludir de una vez a este parece ser indestructible bicho de no sé cuántas cabezas.
Mila
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