Conocía el ambiente que rodeaba aquella vivienda, pues hace tiempo se sentaba en la marquesina de la parada de guaguas, junto al portal del edificio de siete pisos. Además, allí estudiaba también su amigo Carlos. El piso tercero aparecía también con luz encendida de tal modo que las tres ventanas que dan para la calle iluminaban ayer el tiempo en Aranjuez, la parada de guaguas. Era raro no escuchar alguna lamentación. Hoy se escuchó el grito de las lamentaciones. Una voz asustada clamaba en voz alta. "Soy su madre. Tengo un sólo hijo y no me quiere. ¿Por qué?”
Tomé nota para preguntar a Carlos si sabía algo del tema.
Las tres ventanas se apagaron de un solo toque y al instante salía Carlos por la puerta de la casa. Y me dije "esto hay que hablarlo en otro momento y sin prisas".
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