Se dice que hace muchos años, un elefante le dijo a la lluvia que seguramente estaba muy contenta porque gracias a ella, todo era verde y aparecían las flores.
Pero luego de esto la retó preguntándole que qué pasaría si el elefante comenzara a arrancar las plantas. La lluvia se molestó y le advirtió que, si lo hacía, dejaría de mandar agua a la tierra. El elefante no escuchó y comenzó a pisotear las flores y derribar los árboles hasta no dejar nada en pie. Entonces la lluvia dejó de mandar agua.
Un día, el elefante comenzó a tener mucha sed. Estaba tan sediento que habló con el gallo para pedirle que fuera a hablar con la lluvia y le pidiera agua. La lluvia aceptó. Mandó agua sobre la casa del elefante y se formó un charco, pero el elefante no dejó que ningún otro animal bebiera agua de ahí. Llegaron muchos animales sedientos, pero el gallo, a quien el elefante dejó de guardián, no les dejó beber.
El león no escuchó y le dijo que él de todos modos tomaría agua del charco. Al hacerlo, los demás animales decidieron hacer lo mismo. Cuando el elefante volvió, ya casi no quedaba agua. Pero no se enfadó, y en lugar de eso se dió cuenta lo egoísta que había sido cuando todos necesitaban agua.
La lluvia se dio cuenta de esto y decidió volver a mandar agua a la tierra, lo que hizo que todo volviera a brotar. Desde entonces todos saben que el agua se debe cuidar y compartir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario