Hoy tocaba baño. Lo hace cada cierto tiempo. Y se nota cada vez que se baña al acercarse a alguien, bien para levantarte de la cama, bien para servir el desayuno.
Y cuando no puede ayudar directamente, se escucha su voz en el patio que dice: voy, Antonio, enseguida. Pero los hechos son que no había terminado de pronunciar la frase cuando ya está entrando por la puerta de la habitación del afectado.
El enfado y la llamada de atención, que viven en ella, tienen también cabida y que se desarrolla de manera espontánea y familiar sin dejar mal a la otra persona. Tiene un secreto para ello: el manguerazo. Ya no usa la manguera para bañar a la gente. Ahora el manguerazo que usa cada día o cuando fuese menester para aplicarlo a cualquier resquicio poro o hueco que en su cuerpo pudiera encontrar.
Su nombre no tiene dudas: Jessica.
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