Encender una lámpara, abrir un grifo y llenar un vaso de agua, apretar el botón del quinto en el ascensor…, esperar a que el semáforo se ponga en verde, calentar en el microondas el café de media tarde… y, últimamente, avisar por un “guasap” que llegaremos tarde o comprobar por internet el horario de salida de un tren. Estas y otras miles de acciones casi diarias son parte de nuestra vida cotidiana. Las realizamos sin reparar que lo hacemos.
Las hemos integrado tanto en nuestro vivir diario que no reparamos que no siempre no han estado ahí. Ni siquiera reparamos que no en todas partes están a mano. No las valoramos suficientemente porque las damos por supuesto. Craso error ¿verdad?
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