En este río de inseguridades me encuentro, siento que todo es oscuridad a mi alrededor, no sé qué más hacer para que mis ojos encuentren una pequeña luz.
En el rincón de un silencioso lamento, allá, alejado de toda vida dentro de un remolino, voy perdiéndome; entre un segundo y otro ya no estoy, voy cayendo.
Siento que mi vida pasa lentamente ante mis ojos. No pienso en nada, tengo miedo, pero sentimientos encontrados van naciendo en mi pecho; lo estoy disfrutando.
Por las orillas siento caer sobre mí las hojas de los árboles Disfruto cómo entra en mi boca el agua, un dulce liquido me ahoga, me falta el aire, no puedo respirar; por más esfuerzos que hago no puedo detener la caída por la vorágine. Y el color amarillento otoño me deja extasiado.
Cierro los ojos, es tiempo de dejarme llevar, de no luchar más, ya mi destino se trazó aquel a noche, la noche de la caída de las hojas, viento que con la caída me llevó muy lejos, me arrastró hasta donde en este momento me encuentro, a no creer en mí, a dudar de lo que soy, de lo que tengo.
No querer ser un héroe, sino el ser normal de cada día buscando. También llegué a lo mas hondo que buscaba y no respiro. Me veo allí, sin moverme, la esperanza de salir a flote, hasta el renacer. Y de pronto un latido me hace reaccionar, abro mis ojos y te encuentro a mi lado, estás en mi cama; te siento dibujada en mis cosas, te veo plasmada en mis letras, me has salvado de morir, y tu manos toman las mimas y me dejo impulsar.
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