A pesar de las crisis, de las tormentas, de las voladuras de bichos indecentes que van regando virus mortales en este y aquel rincón; a pesar, de que ya no haya problema, por muy externo que sea a nosotros, que no nos afecte; a pesar de todos los pesares, cada vez hay más gente que, queriendo indagar en su interior, buscar lugares que le ayuden a un retirarse del trasiego de las calles y plazas para dar con esos medios que le pueden fortalecer en el momento más propicio de su vida, donde se aprender a vivir el Carpe Diem que deseamos.
Hay palabras que se van asociando a nuestra personalidad: silencio, reflexión, meditación, cabaña, intimidad, medio rural... Nombres de acciones personales hechas por los hombres que conllevan al de meditar.
En cierto modo necesitamos, cada día más, encontrar un lugar y un instante donde cultivar nuestra vida interior. Un lugar donde recomponernos del estrés de la vida moderna, de las muchas preocupaciones, reales o imaginarias, que nos atosigan, de la frustración que se ha convertido en el vademécum de cada persona.
No somos nosotros los inventores ni de esta necesidad ni de estas respuestas. Otros muchos las han escrito y compartido. No hicieron senderos, pero abrieron el camino. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” dijo el poeta. Cada paso hace tu camino, y cada paso es el resultado de todos los pasos que has dado en el pasado, que te condicionarán, pero solo en parte. Porque a cada paso que se dé, no te quepa duda de que si quieres y lo haces bien, sentirás una extraña sensación de libertad.
Y si no tienes los medios para alcanzar físicamente ese lugar siempre tendrás tu casa, y tu imaginación será una buena herramienta para construirte una cabaña o rincón para pensar. Pero no olvides que si no tienes nada de eso, aún te queda tu poderosa imaginación, donde podrás encontrar ese espacio seguro en el que ser tú mismo.
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