Casi dos millones de personas de la tercera edad viven solos. Pero la cuestión verdaderamente importante es si esas personas son felices.
Lo primero es quitarnos el peso que conlleva la “felicidad” y saber que esa felicidad, efímera por naturaleza, no dura toda la vida. Es la suma de pequeños momentos, y pende siempre de un hilo. Deberíamos empezar a buscar momentos agradables, y aprender a disfrutarlos y apreciarlos. Tanto en compañía como en soledad.
Para alcanzar esos momentos de bienestar en la soledad es fundamental invertir en uno mismo. Hacer cosas que nos sientan bien es necesario para adquirir seguridad y autoestima. Puede ser algo tan sencillo como ver una serie que nos guste o escuchar música, aunque lo ideal, que requiera concentración, pues de esta manera se llega al estado de flow.
Para conseguirlo, podemos empezar por hacer una lista de cuatro o cinco cosas que nos gusten o descartar las que no. Si no nos gusta salir de copas hasta tarde, significa que nos gusta un tipo de ocio más tranquilo. Si no nos gusta la gente exagerada, significa que preferimos a las personas discretas, por ejemplo.
Encontrar el bienestar en la soledad no es igual para todos. Depende de factores como la crianza: no es lo mismo una persona que ha crecido en un ambiente en el que, aunque primasen el diálogo y el cariño y también se respetaban y se trabajaban los espacios individuales, que alguien que se ha criado en un contexto de mucha dependencia emocional. O, también, de si la soledad de la que hablábamos al principio es impuesta o elegida.
Alejandra izquierdo
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