Hoy muchos líderes se refieren a los ciudadanos como un rebaño. Y aunque pueda parecer gracioso, responde al significado metafísico de la oveja que es un animal inofensivo e inocente; representa la vida natural que fluye en la conciencia del hombre desde el Espíritu. Es pura, inocente, sin culpa.
Por lo cual la separación de las cabras de las ovejas es un proceso mental en el que los pensamientos buenos, obedientes y provechosos (ovejas) se retienen (se colocan a la derecha). Mientras que los pensamientos obstinados, egoístas e inútiles (cabras) se retienen (se colocan a la izquierda). De modo que no es casual que en Occidente existan refranes muy arraigados en el inconsciente colectivo referentes a una determinada conducta. Por ejemplo, quién no ha escuchado que “la cabra tira al monte”, “está como una cabra” o que “es la oveja negra de la familia” para definir a aquellos que son rebeldes. Así mismo, al otro extremo escuchamos “ovejas bobas, donde va una, van todas...” y como decía Fray Luis de León, “los pastores serán brutales mientras las ovejas sean estúpidas”.
En consecuencia, las palabras jamás se eligen al azar. Diestra y siniestra. Bien y mal. Son diametralmente opuestos. De hecho, si preguntamos a los granjeros nos dirán que las cabras y las ovejas no deben compartir el mismo redil ni los pastos. La convivencia de ambas especies potencia las infecciones, tanto para una como para la otra.
Michael A. Galascio Sánchez
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