- Tú… muy vegano, muy vegano… no eres ¿verdad?
- ¿Vegano? Pues no. A mi, donde esté la cocina de cucharón de la abuela...
Se reía mi amigo desde el otro lado de la pantalla del móvil en una de esas videoconferencias que se han puesto tan de moda por mor del confinamiento. Desde que se ha tenido que recluir en casa se ha dado a la gastronomía como si no hubiera un mañana. Me acaba de enseñar un libro de cocina ·de toda la vida, que más que de recetas parece un libro de arte. Lo mima como si fuera la Biblia.
- Mira -me dice-. Hay una receta de flan de huevo con mermeladas rojas que solo con ver la foto se te abre el apetito.
- Pues debe ser como la que hacía mi abuela… - Será un tópico, me dad igual- pero como cocinaban las abuelas ni la nouvelle cocina, ni la Guía Michelin, ni las moderneces esas.
- Y a parte de cocinar ¿a qué más dedicas el día?
- No madrugo mucho ¿para qué? Si madrugo el día se me hace muy largo. Me hago un repaso a todos los periódicos digitales, hablo con la familia. Bueno… ya no hablamos, nos hemos hecho tan modernos de repente que ahora todo son video llamadas. Es una forma de quitarme el mono de tenerlos cerca. A quien más extraño es a mis nietos, sobretodo al pequeñajo. Tengoganas de cogerle en brazos otra vez. Cuando le tenga delante quiero regalarle mi colección de piedras.
Y me enseñó los resultados de su otra nueva afición: una piedra pintada, un canto rodado cogido vete tú a saber cuándo en algún río. Un dibujo de una estrella amarilla sobre un fondo azul oscuro. Al lado otras de todos los tamaños, más grandes, más pequeñas, pero todas diferentemente decoradas. Su nieto las iba a coleccionar como los tesoros del abuelo.
- Bueno ¿te apetece otra partida?
- Claro. ¿Con cuál de las dos barajas jugamos hoy: española o francesa?
– Me da igual, te voy a ganar con las dos.
Cada uno, con su baraja y en su pantalla, nos hemos pasado jugando a las Siete y Media todas las tardes desde que nos recluimos en casa. Levamos la cuenta de quién gana para cuando podamos saldar números en la mesa de un bar. Le debo, de momento tres café y un par de anises.
¿Quién dice que estamos solos?
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