Casi todo el mundo lo tiene claro: Las leyes están para cumplirlas, aunque no falta el poderoso que se cree e imprescindible también, y no las acepta cuando se le aplican.
Es normal que en cualquier grupo humano se den unas normas que hagan posibles la correcta convivencia entre todos. Lo ideal seria que las normas se expresaran en positivo. Así desde muy jóvenes estaríamos motivados a la participación. Al contrario, las negativas tienden a la abstención.
La cuestión a debatir es si ¿las normas o leyes están para cumplirlas sin excepción de circunstancias alguna? Es fundamental establecer reglas para fortalecer conductas y lograr el orden y la cohesión del crecimiento personal. Los límites deben basarse en las necesidad social desde la infancia.
Algunas reflexiones que me hago en torno a este lío. Igual las planteo en forma de afirmaciones o tendencias.
Soy consciente de que muchas normativas que parecen estúpidas tienen en el fondo una razón de ser más importante que no alcanzamos a ver (no es el caso).
Hay también profesionales que son autómatas. Siguen las normas como robot, sin cuestionarse nada: ni los porqués, ni las consecuencias, ni las situaciones, ni las excepciones. Las reglas se siguen y punto. Y así, el sentido común es el menos común de los sentidos necesarios para muchos casos. El problema es cuando las normas se convierten en leyes y quitan del medio por completo el sentido común.
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