De joven estuve militando en grupos cristianos. Me
tocó una época de apertura mental total -diría yo hoy- por parte de la iglesia.
Los valores de solidaridad, justicia, libertad y similares que aparecen de vez
en cuando en mi vida se los debo a aquella formación recibida. Recuerdo que seguíamos
el método "Ver - Juzgar - Actuar", y generalmente nuestras reuniones terminaban
en acciones que intentaban transformar algo del ambiente donde vivíamos. Y la
fundamentación ideológica estaba centrada en el mensaje del Evangelio.
No puedo renegar de una experiencia vivida que me ha
hecho un hombre libre, con todos mis defectos y limitaciones. No soy lo que se
dice un hombre religioso, si por eso se entiende el ir a misa, rezar el rosario
y similares. Soy bastante crítico con la institución religiosa y con muchos o
casi todos de sus representantes españoles que muestran unas facetas de la vida
que no tienen que ver con el evangelio. Me irrita escuchar a algunos obispos
haciendo declaraciones propias de enfermos mentales y mucho más atrasadas que
las que se vivía en la edad de piedra. Pero mi experiencia creyente influyó en
mi vida y en lo que he hecho generalmente. ¿Qué razones tengo? Pues esa: la
experiencia personal, vivida al lado de otros colegas que hoy les pasa lo mismo
que a mí. Hay experiencias personales que desde fuera no tienen lógica, como la
de numerosas parejas, a quienes otros desde fuera dicen: "no pegan", "no parece
que puedan vivir como pareja, son tan diferentes…", pero ellos, la pareja, sí
que la entienden. Todos además hemos vivido situaciones en nuestras vidas que
no tienen lógica ni explicación intelectual, pero que nos han marcado.
Las únicas normas, ritual o parecido al que estoy
atado es el de "no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti", "no
juzgues si no quieres ser juzgado" y "quiérete a ti mismo si quieres hacer algo
bueno por los demás". Esta última la he aprendido hace poco.
Tengo dudas sobre muchas cosas, pero dejo que en mí
cuele lo positivo que se ha sembrado, y desde ahí voy despejando balones,
muchos de ellos a córner.