No siempre tenía las cosas
claras. De vez en cuando le asaltaban las dudas. Lógico. No era fácil cambiar
su opinión. Abrir sus pensamientos a otras ideas le costaba lo suyo.
Los problemas se les asomaban
por la ventana y los dejaba allí para que él viento se los llevara. Con esta
postura era normal que cayera ante cualquier zancadilla.
Roberto, su fiel amigo, se lo
recordaba con paciencia.
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