Con setenta y ocho años -¡se
dice pronto!- quiere seguir sorprendiéndonos. Pero el músculo, que ejerce el
mando fundamentalmente sobre su voz ya no llega. Ley de vida. Por eso, antes de
que sea tarde, quiere hacer una gira de despedida por toda España.
Su rato de disciplina diaria ejercitando
su herramienta le sigue motivando, aun siendo consciente de sus debilidades. A
los 60 años volvió a tomar conciencia que la constancia de la necesidad de
seguir contando lo que siente y lo que ve en su entorno. Y eso aunque la realidad
fueran distintas a cuándo comenzó, hay algo que no ha cambiado: la gente
positiva es la que se cae, se levanta, se
sacude, se sonríe sí misma y sigue adelante.
Comprometida de forma
permanente en todas las protestas sociales hay una tarea de la que no quiere
jubilarse, aunque se siente frustrada de que todo lo que se ha hecho parece
nohaber servido de nada. "En mi país -dice- ya no hay democracia. Te
empeñas, junto con otros en cambiar el mundo, y no surte efecto. Todo se desmorona".
Su visión del futuro no se distingue precisamente por la esperanza de un otro
mundo.
Muy convencida había cantado aquello
de "Gracias a la vida que me ha dado tanto" y nos empujaba a diciéndonos:
“Sube a nacer conmigo
hermano. Dame la mano derecha desde la profunda zona de tu dolor diseminado… No
por velas con tubos endurecida. No volverán tus ojos taladrados. Ponerlos en mi
pecho y en mi mano y dejadme llorar como como si estuviera con vosotros”.
Ella, que era así, hoy no
puede fallarnos. Ella no puede ser ni fría ni caliente, su compromiso de
siempre le empuja a que deje la tibieza.
El orgullo y la avaricia no
pueden apoderarse de su generosidad para seguir persiguiendo nuestras
aspiraciones profundas, sin que nadie nos mueva de nuestra utopía. Seguro que
insistirá, persistirá y lo logrará.
Todavía Joan Báez tiene mucho
que aportar.
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