Suena a chiste
pero la noticia es desgraciadamente cierta: “La ONU recomienda reducir el
consumo de carne mundial para combatir el cambio climático”. Hablado en plata, los pedos de las vacas
contaminan y mucho. No nos referimos a la contaminación que produce la
superproducción de plásticos, la explotación de minas vertiendo a los ríos sus
desechos, ni a la contaminación de residuos nucleares o de combustibles
sólidos. No. Nos estamos refiriendo al metano que produce las granjas avícolas
o de ganadería. La culpa del deterioro del planeta es, al parecer, culpa de
vacas, pollos, ovejas y cerdos.
Solución: subir
los impuestos que graban su consumo final. La solución de siempre: que pague el
de siempre. Con un agravante, el que no pueda pagar que se quede en ayunas.
Otra cosa habrá que llevarse a la boca –pan de algarrobas, como antaño-.
El que pueda se
pagará su bistec o su hamburguesa y el que no “ajo y agua” –nunca mejor dicho-.
Todo menos atacar las verdaderas causas del cambio climático (todo menos poner
coto a los beneficios de oligarcas). ¿El chocolate del loro?
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