Algunas
veces se me ocurre hablar de mi pasado, y siempre me quedo dudando: ¿De qué
pasado? ¿Del de esta vida, la que empezó en el 47, o de la otra? El
problema es que no recuerdo en qué tiempo fue ni tampoco lo que fui. Analizando
mi historia actual he llegado a pensar que igual fui una serpiente
venenosa que picaba, mordía y lengüeteaba a todo hijo de vecino que conmigo se
encontrara.
Y cuando pienso en el pasado de esta vida de ahora no entiendo las agitaciones
de hoy. He tenido la suerte de tener un trabajo con y para las personas. No he
sido comerciante ni carpintero. No he sido agricultor ni tampoco
camarero. Ha sido un trabajo social que me ha permitido colaborar en el
desarrollo y progreso de muchas personas. Lo digo con satisfacción y con
orgullo. No he buscado premios. Pero si los ha habido se los ha llevado otros.
Es como si yo ahora saliera de un escondite e incluso diría que el escondite
soy yo mismo. Por eso también muchas veces me he visto haciendo cosas que
a otros recrimino. Como si no fuera yo el que ha tomado parte en mis
propios gestos de mis propias decisiones.
Pero imagino que
eso es inherente a vivir. Inherente a mi vida y a todas las vidas.
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