- ¡Que el niño no agarre la
escoba!
- ¡Por favor que no ayude en
la cocina!
- Los varoncitos se atienden,
las niñas sirven…
- Los niños no juegan con
muñecas...
- Los machos no lloran. Llorar
es cosa de mujeres…
Afortunadamente no son expresiones
de nuestro tiempo. Pero aun así, vale preguntarse: Lo decimos, lo
defendemos, pero ¿lo hacemos?
¿Y qué pensamos que es ser
hombre? Sí, también tiene en su interior esa luz divina, que puede amar y
sentir. ¿Por qué queremos restringirlo? Sí, tiene también capacidad para
ayudar, servir y colaborar en el hogar.
Muchos hombres fracasan,
precisamente, por ir de “machos” por la vida. La insensibilidad les gobierna;
mostrar afecto cuando lo sienten les debilita, tener un poco de atención para
su mujer o sus hijos es demasiado cariño, todo es demasiado, porque de niños
tuvieron límites impuestos por los padres, madres, abuelos y en fin la misma
sociedad marcaron su corazón. Aún hoy ¿cómo podemos hablar de un desarrollo
social si seguimos creyendo que los hombres son superiores y por tanto merecen
un mejor trato? Un trato que lo único que provoca son hombres dependientes, que
necesitan de una mujer mucha ayuda para cualquier actividad por sencilla que
sea.
Ya es tiempo de cambiar esos
pensamientos machista, porque amar, querer, servir y ayudar no van a quitarle
la dignidad a ningún macho, mas demostrará lo hombre valioso, seguro y lleno de
fortaleza que es.
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