Cuando te miras en el espejo
me doy cuenta que sigues viendo aquella chica de 16 años que todavía, con
granos en la cara, era una joven soñadora, con muchos sueño por cumplir. Y
también una muchacha un poco respondona, un tanto rebeldes, pero con muchas
ganas de ayudar a los demás.
Y veo también una mujer
contenta con la vida que le ha tocado, con la familia que ha tenido y con los
amigos que se ha ido ganando con el paso del tiempo.
Das la espalda al espejo, te
duchas y terminas de arreglarte. Y al mirarte de nuevo en el espejo, veo a una
mujer hecha y derecha que le da gracias a la vida porque tiene un nuevo día con
nuevas oportunidades para seguir haciendo tejiendo y destejiendo tu vida, con
la madurez que desgranas cada mañana.
Y yo tengo la fortuna de
estar aquí de testigo.
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