Estos días se está celebrando en El Vaticano
una cumbre en la que se reúnen 190 personalidades de la iglesia católica, en la
que se juega su credibilidad moral. El tema central es su respuesta ante el
tema de casos de pederastia en su seno.
De ahora en adelante -en realidad siempre,
pero ahora con más motivo-, la iglesia católica no puede mirar para otro lado.
“Ante la plaga de abusos
sexuales cometidos por hombres de la Iglesia a los menores, he creído que
debía convocarles para escuchar al espíritu santo y dejarnos guiar por los
gritos de los pequeños que piden justicia".
Son palabras del propio papa Francisco. En ellas habla de “plaga” y de
justicia. Es decir, todo un reconocimiento a la cantidad de casos (“plaga”) y a
la necesidad de aplicar la responsabilidad de la institución ante los casos
denunciados; responsabilidad por no dar respuesta adecuada, e incluso por
encubrir las evidencias.
El arzobispo Charles Scicluna, uno de los
tres ponentes de la primera jornada, llama a denunciar tanto por la vía
canónica como civil. Dicho en Román paladino: desde “ya”, los responsables de
cada caso podrán ser llevados ante los tribunales pos sus actos delictivos, a
parte de las medicas que la jerarquía eclesiástica pueda adoptar. No cabe,
pues, el encubrimiento ante denuncias de presuntas víctimas.
Ahora solo falta que la iglesia cumpla sus
propios preceptos: “Confesión de los pecados”, “dolor de concepción” y
“propósito de enmienda”.
Y otros dos refranes que vienen al caso: “A
dios rogando y con el mazo dando” y “obras son amores y no buenas razones”.
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