Hace mucho frío en aquel
portal. Frío en el suelo. Frío en las paredes. Está acostumbrada. Hace dos
meses encontró ese recoveco en el campo de refugiados mientras buscaba un sitio
tranquilo para reflexionar. Y así y todo, hay momentos en que se encuentra sin
aliento. Sobre todo ahora que comienza a sentir las primeras contracciones del
parto, del cual ya ni se acordaba.
Esto va a ser una de las
noches más largas de su vida. A la siguiente contracción grita y chilla fuerte.
Incluso blasfema. El suelo está cubierto de agua y sangre. Lo primero es
normal. Lo segundo le asusta. Está sola.
Desnuda. No hay mula ni buey. Tampoco está su compañero. Ha tenido que ir a las
afueras del campamento para defenderse de los militares rusos que no les
dejaban acampar. Ella no esperaba ponerse de parto tan pronto. La mujer grita
una vez más. Y por fin aquella criatura se asoma al invierno más frío y seco de
los últimos años.
Se asoma sin hablar pero no
en silencio. Como todos al nacer la niña también llora. La madre la toma en
brazos y siente como para ella ya alcanza una infinita grandeza. Es su madre.
Es su primera hija. Y mirando para ella, piensa en lo que le gustaría decirle.
Que recuerde siempre la vida es bella, que su destino está en los demás. Qué su
dignidad es igual a la de los demás seres. Que mucha gente estará esperando su
sonrisa.
Aquella mujer desnuda y
salvaje en un portal helado y oscuro es una simple cifra. Una unidad más en un
número redondo con seis ceros y algunos cientos de miles más, huidos de su
tierra, de su vida, de su pasado, de sus
ancestros.
“Refugiados” les llaman.
Ella, que ha nacido un 18 de diciembre, es una más.
Esta mujer además es maestra.
Lleva dos años sin trabajar y lo seguirá siendo toda su vida aunque no pise una
escuela. Para ella no es una profesión, sino una vocación. La primera víctima
de la guerra que vio fue un alumno suyo. Por eso el nombre del pequeño llegó a
ser el nombre de su escuela en Damasco. En el campo de refugiados siguió
enseñando a los niños con la esperanza de volver a Siria, porque estaba
convencida que su futuro y el de su hija, recién nacida, no estaba en las
ruinas.
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