Estoy ausente. No verás pues
reproches en mis ojos, ni sentirás la más mínima ofensa.
Esta noche me han dicho que
has llorado. Y yo, que no tengo miedo a la muerte, sigo ausente.
Otras noches, más claras que
estas, has estado alegre, sembrando contento a tu alrededor. Y yo he estado
ausente.
Sé que nunca más volveremos a
ofender a nadie y que cuando lleguemos a la meta de nuestras vidas los dos
dormiremos como dos hermanitos. Y dejaré de estar ausente.
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