Querías irte y no puse inconveniente
alguno. Si es mi hora, si debo sufrir, me acerco a la cocina dónde la luz del
sol no da tanto y me desahogo dejando que mis lágrimas lleguen al suelo.
Y veo como tú avanzas
confusamente entre las partes estropeándolo todo con las huellas de tus botas,
porque de nerviosa que estás no atinas a caminar.
Es entonces cuando recuerdo
que hay una cosa entre los valles que se llama resurrección, y en mi
visualización me veo volando por el aire de esos valles, preguntándome por qué
es esa cosa de que en todos los sitios te miren y te inviten a quedar.
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