Ya me lo advirtió el guía:
“No es nada fácil conseguir una entrada para el Museo Vaticano con tanta
premura”. Así que me quedé descolgado del resto del grupo. Toda una mañana
libre por Roma es una alternativa que cada vez me parece más atractiva. No es la
primera vez que visito la ciudad. Ya conozco los típicos rincones que se
presentan como indispensables para los turistas.
La primera fue aquella vez,
cuando aun dejaban fumar en los restaurantes y casi tengo que salir de uno a
escondidas, no por no pagar la factura, sino para que no descubrieran la
quemadura que hice en aquel mantel de hilo carísimo, que tuve que ocultar con un
cenicero con un dios maya, un tanto sobrecargado para mi gusto. Recuerdo más el
incidente que el menú, pero lo que más recuerdo es la vergüenza que pasé hasta
que estuve tres calles más abajo, en pleno Trastevere.
La segunda visita, muchos
años después, no fue por motivos de negocios, como en la primera ocasión. Fue
una visita rápida pero muy divertida. Casi con lo puesto, improvisada, en pleno
ferragosto. Teníamos tampoco dinero que nos conformamos con cualquier cosa. Una
habitación para los cuatro amigos, en un ático en el Prati, no muy lejos del
Castillo de Sant’Angelo, viejo, pero suficientemente acogedor. Cerca había un
mercado en el que nos abastecíamos de lo necesario para pasar el día: fruta (un
par de manzanas, un plátano, una pera , naranjas…), botellas de agua y ganas de
patear y conocer gente.
En esta, la tercera vez que
pongo los pies en esta ciudad tengo la oportunidad de recorren solo y por mi
cuenta la ciudad, de perderme en sus calles que, de una manera inexplicable, me
parecen familiares, como si en una vida anterior hubieran sido las mías. No sé,
pero no necesito un libro de viajes. No me siento un turista, me siento un
romano más.
En Roma todo es valioso, primero en las razones de la memoria, después en el bolsillo que nunca fue gran preocupación. Mirar atrás es orgullo. Defecto en nuestro sur de pasado colonial donde solo se ve adelante con cierta impulsión innecesaria. Ver atrás es sabiduría y sustentabilidad, proyección para trascender con lo mejor que se tiene. Visitar lugares siempre me provoca una cuota de nostalgia por los míos, solo no estoy, el fruto lleva grabada la historia del árbol en su semilla. Desde ahí reflexiono ¿quien gana en el universo de los libros de historia? ¿son los esclavos y sus reinos derrotados que levantaron lo que hoy vemos? o ¿los guerreros gestionadores de la riqueza que proyectaban poder en obras para su gloria eterna? De alguna manera toda la tierra aportó a Roma como parte de la vieja Europa, esa que es cuna de una sociedad occidental que desde su inicio nos ha mostrado supremacía, guerras y con ello reproducción de desigualdades. Hoy en esta época en que tenemos un nivel de conciencia universal como nunca antes visto es que cabe reflexionar sobre la amenaza de replicar viejas estructuras siguiendo a quienes les gana el afán anacrónico de sentirse centro del mundo. Terminar con ideas etnocéntricas es una lucha personal por haber dejado hace mucho de ser útiles para los desafíos de sobrevivencia y humanidad que como planeta hoy tenemos.
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