(Enviado por una amiga a mi móvil)
Me encanta vivir en una isla Multicultural. Sentada
tranquila, tomando un café en Luis Morote y les cuento lo que veo:
En el banco de al lado cinco o seis chicos africanos, riendo,
haciendo bromas, en su lengua. Tranquilos. Divertidos. Un señor mayor con
chilaba saharaui, pasa por delante cantando una canción tranquilamente, en
árabe. Imagino que piensa en su tierra. Unas mesas más allá unas turistas
estudiantes, nórdicas, en camiseta de tirantes y shorts (y eso que hoy, sí hace
frío) disfrutando de Diciembre en Gran Canaria, se las ve contentas y
relajadas. Las señoras canarionas del barrio que vienen de jugar al bingo, se
cuentan los chismes en corrillo antes de separarse hasta el jueves que viene. Dos chinos (o eso creo) callados todo el rato,
apoyados en la pared mirando su móvil. Las mujeres árabes que salen toooooodas
las noches a pasear con los niños, hablado muy alto entre ellas con sus
ropajes. Hay muchos grupos. La camarera es colombiana, el de la tienda de
enfrente, hindú, los de la heladería, italianos. Una mujer africana guapísima,
negra, alta, delgada, con un vestido y tocado africano amarillo y turquesa,
pasa sin saber lo diosa que me parece. Muchos marineros filipinos, orientales,
con surcos profundos en la cara y manos gruesas pasean por tierra mientas sus
barcos están en el muelle. Turistas de crucero, llenos de bolsas y sandalias
con calcetines corren a hacer más compras. Familias Canarias que van y vienen
en el ajetreo diario. Uno, paseando un gato con collar.
Runers, bicis, carretillas de reparto, mayores, jóvenes,
niños en patineta, gente sola y acompañada, de todos los colores y sabores... Cada
día. En armonía.
Todo a la vez -todos agusto-. Todos respetando a todos.
Así es el mundo, si nos dejan. Esta es nuestra ciudad multicultural
y me encanta. Pasear por la zona puerto es viajar a mil destinos a la vez y no
me puede gustar más.
Pd/ He quedado para cenar, a ver si nos decidimos entre un
coreano, el japo de siempre, el indonesio de aquí atrás, un tahin marroquí, el
nuevo italiano de la playa, o unas papas con mojo. Qué suerte la nuestra.
¿A quién le interesa el discurso del odio?
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