martes, 24 de diciembre de 2019

El otro árbol de Navidad

No es la clásica estampa de la Navidad. Alegre, dinámica, festiva, de colorido. Nuestro árbol plantado en medio del camino, un trozo de naturaleza dejado de la mano de todos, lleno de nubes, puesto como a intención de hacer la jugada a alguien y en un día oscuro refleja lo contrario de lo que se dice en Navidad.

Pero ¿deja por ello de ser real? Navidad no es solo celebración. Puede ser también tristeza o luto. Igual lo real, en muchos casos es familia con problemas, no tanto nos referimos a los económicos y miseria, que también, sino a una navidad ficticia que nos coloca juntos a hermanos, que no se toleran, hijos que esconden sus vidas sus padres ocultándoles lo que en el cada día está llenando su tiempo, complicidad en la causa de algunos problemas sociales, desconfianza ante cómo programarán su futuro sus padres, recelos entre ellos…

Todos sentados en la misma mesa. Comen, beben, hablan de lo bien que ha salido el pavo al horno, de lo saladas que quedaron las papas arrugás o pelean con los chicos para que dejen los dulces para el final; de lo mal que está el equipo de futbol este año y no por todo ello se deja atrás el descorchar la botella de sidra cuyo recuerdo de familia unida y feliz guardará la foto del almanaque de enero. Terminada la comida, termina la fiesta. No da lugar a sentarse cómodamente en el salón contándose las peripecias del año. No hay mucho que hablar entre ellos. Muchos salen sin dar un beso a los que se quedan. Y aquí, como en los casos positivos, Navidad seguirá siendo todos los días, pero desde el litigio, la envidia y la discordia. No, no está fuera del contexto de esos días, el arbolito claroscuro que como policía de fronteras baja sus ramas para parar a aquellos que vienen muy deprisa.


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