Preguntadlo todo, como hacen los niños. ¿Por
qué esto? ¿Por qué lo otro? ¿Por qué lo de más allá? En España no se dialoga porque nadie
pregunta, como no sea para responderse a sí mismo. Todos queremos estar de
vuelta, sin haber ido a ninguna parte. Somos esencialmente paletos.
Vosotros preguntad siempre, sin que os detenga ni siquiera el aparente absurdo
de vuestras interrogaciones. Veréis que el absurdo es casi siempre una
especialidad de las respuestas.
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