Cada vez que tenía un éxito
como el de aquella noche qué significaba ir de superestrellas a todos los
niveles, después de felicitar cariñosamente a todos los componentes del
espectáculo, se retiraba a su camerino y al momento desaparecía sin que nadie
supiera adónde podía haber ido. Pocas horas después la ventana de aquella
casita aparecía flores por sus cuatro costados. Eran las señales
estipuladas, la llave del cerrojo y el
pasaporte al frenesí.
Mientras el amante escondido
descubría la señal ella se dedicaba a preparar la cena gorjeando unos cantos de
felicidad. Pasaron los 20 minutos acostumbrados, pasaron las horas y además ya
desesperada se dio cuenta que no aparecería. No encontraba consuelo. ¿Por qué
me has hecho esto? y dejando la comida
hecha sobre el pollo de la cocina se dirigió al río cercano a sentarse y,
viendo correr el agua, llorar su pena.
Y así como las aguas mezclan
sus destinos, así también, los de ella se iban a enlazar con alguien que
apareció en su vida cuando no lo esparaba.
Allí estaba ella, sentada en
la ribera, tratando de entender la ausencia inexplicada de su amante, sin darse
cuenta que, cerca a su lado, la figura amable de hombre la observaba. No sabía
aun la vida que se abría.
Pero eso ya... es otra
historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario