— En una república cristiana —habla Rodríguez, en
ejercicio de oratoria— democrática y liberal, conviene otorgar al Demonio carta
de naturaleza y de ciudadanía, obligarle a vivir dentro de la ley, prescribirle
deberes a cambio de concederle sus derechos, sobre todo el específicamente
demoniaco: el derecho a la emisión del pensamiento. Que como tal Demonio nos
hable, que ponga cátedra, señores. No os asustéis. El Demonio, a última hora,
no tiene razón; pero tiene razones. Hay que escucharlas todas.
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