"Es posible mejorar aquello que nos rodea y con lo que no estamos
contentos". Fue el leit motiv de la conferencia en la que había participado.
¿Tú estarías dispuesto a convertir en realidad eso que estoy diciendo? Preguntó
señalando con el dedo hacia los que estábamos por la cuarta fila.
Hombre,- le contestó uno de nosotros- si hablamos de cosas como el acuerdo de paz en
Colombia, los refugiados muertos en el Mediterráneo o de los miedos y temores
que ha suscitado la llegada del sr. Donald son cosas que no dependen de nuestros
puntos de vista para poner en marcha un mundo un poco más justo. Ya nos
gustaría que el viento barriera la tierra y se llevara las malas hierbas.
Y otro comentó: yo pertenezco a una asociación donde estos días hemos
recibido el encargo de cuidar de Daniela, una niña venezolana. Salimos
contentos, al menos una pequeña parte del mundo, tendría una pizca de solución
a tanto dolor, e ir haciendo posible aquello del dramaturgo inglés Alfred
Tennyson “Nunca será tarde para buscar un mundo mejor y más nuevo, si en el
empeño ponemos coraje y esperanza".
Por un estilo similar fueron sucediéndose nuevas intervenciones. El
conferenciante terminó el acto resumiendo el diálogo habido. Lo acabamos de
decir: ser feliz cada uno de nosotros en un mundo más parecido a una familia
que a un mercado especulador no nos será dado de manera gratuita. Hemos de ser
cada una y cada uno de nosotros quienes lo vayamos construyendo al lado
nuestro. Nos toca entre todos ser un soplo de primavera que haga florecer los
arbustos secos. No es cuestión de deseos ni de buenas intenciones, que también,
sino de un empeño sincero, profundo y en algunos casos, por qué nos decirlo,
incluso tozudo.