Los tiempos de alegría nos suelen venir cortos. Como si el sol pudriera la sangre e hiciera brotar el dolor con el manto de su llanto.
Es el trabajo y el sudor quien ha levantado lo bueno que nos rodea. Como a los aceituneros de Jaén: "No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor".
No nos olvidemos del hambre. La abundancia, la saciedad, la hartura era solo de aquellos que se llamaban amos. Nosotros ayudemos a ser personas. Que no nos dejen ser fieras hambrientas. Con hambre y sin ella, sepamos dar a la Humanidad lo que seamos capaces.
Cambias de un momento a otro. Tanto fuiste y ya no eres. Tu alegría, alegría que sacudía. Todo lo que se encontraba se ha vuelto en tristeza y casi te asomas a la calle vestido de esqueleto. ¿Por qué no al revés?
Nos ha pasado a muchos. Vemos claramente algo como natural, pero que injustamente, cuando menos se espera, te mete la cuchillada.
Si las diferencias siguen poblando nuestra vecindad, que nuestros hijos vuelvan a nacer con el puño cerrado, envueltos en clamores de música activista.
Pd/ Textos extraídos y adaptados de Miguel Hernández, cuyo 70 aniversario de su muerte en la cárcel hemos recordado estos días.
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