Es una
tragedia habitual convertida solo en noticia. Que 3.800 personas hayan perdido
la vida intentando cruzar el Mediterráneo en el 2016 ya solo causa indiferencia
europea y no provoca lágrima alguna. Es eso: una noticia. Una noticia más. Casi
que como los premios de la lotería. Los que pueden resolver el problema se
lavan las manos mientras siguen extrayendo las riquezas oportunas del
continente negro. Los que no tenemos la solución, pero juntos podríamos
forzarla, nos limitamos a ver las imágenes en la tele al tiempo que unos dicen
“si saben lo que les va a pasar por qué vienen” y otros lo contamos. Ojalá no
hubiéramos perdido la capacidad de llorar y que nuestras lágrimas pudieran
apagar el fuego de la desesperación de los que, sabiendo que mañana morirán de
hambre si siguen allí, intentan alargar sus vidas unos días más huyendo a otro
lugar. Menos mal que también para nosotros, nunca es tarde para cambiar.
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