Le veo a toda ahora, desde
que me levanto hasta que me acuesto. Allí está. Siempre en el mismo sitio.
Muchas veces durante el día me paro en la ventana abierta de par en par y allí
sigue, sin moverse . Muy cerca hay también un matorral con algunas hojas
verdes. Querrán darle esperanza al viejo arbusto, seco e enhiesto, pero firme?
Ha estado siempre. No crece, pero a todos nos pasa de altura. No cambia de ropa
incluso después que el agua de la lluvia pase empapándolo. Nosotros, los que lo
miramos y contemplamos todos los días, somos el desierto en el que el calma su
sed. Y cuando el aire lo estremece todos, yo también, sabemos por qué callamos.
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