El recuerdo del imperio
romano, su poder e influencia, sigue sonando en la Historia de la humanidad.
Sigue resplandeciente como un acero. Espacio lleno de turbias pasiones, de banquetes
sin límites.
Por ello, mientras Roma ardía,
su resplandor dominante nos invadía de sangre y el frío se hacía azul como la
piel de los muertos. Mientras Roma ardía rebotaban lentamente gritos en la
calle. El ojo del silencio era como un muro en la noche qué detenían los
puñales que de allí llegaban.
Mientras Roma ardía no se
oían las pisadas de los otros, los árboles no daban sombra, estaban desnudos,
ninguna voz, ninguna luz. No se si alguien vio como caminaba hacia la muerte
con el miedo siendo mi dueño.
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