Esta de moda. Casi todos lo
tenemos presente en nuestras conversaciones. Y vamos siendo más los que no lo
dejamos en palabras de ocasión, sino que lo guardamos en nuestra mente. Me
refiero a eso de “Vivamos el presente”. Lo anterior ya pasó y hay que asumirlo
recordando lo positivo. Lo que de negativo pudiera haber lo asumimos como una
lección práctica de lo que no debemos hacer. Libros, artículos, reflexiones,
películas sobre el presente se multiplican cada día por un número mayor.
Eso sí. Vivir el presente
está relacionado con la forma con que cada uno percibe el mundo que le rodea.
Todos tenemos los mismos sentidos y, sin embargo, las interpretaciones que
damos son muy diferentes. Nuestro cerebro procesa la información y la interpreta
de una manera concreta y personal. Esta variedad es lo que enriquece nuestro entorno
inmediato y hace que el mundo sea lo que percibimos.
Cuando uno tiene un modo de
vida basado en el pensamiento, en lo que ha hecho y hace puede hacerle sentirse
feliz. El problema puede estar en algo muy sencillo de cambiar. El problema es
que NO PENSAMOS.
¿No sería bueno una
revolución del pensamiento? Que no nos quepa la menor duda: si queremos SER
tenemos que HACER.
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