Vestido de azul, recién
almorzado en el bar de la estación esperaba el tren que le iba a conducir al
pueblo donde nació. Recientemente había recibido la carta de un amigo dándole a
conocer el lugar de su nacimiento. Tan emocionado estaba que, mientras iba en
el tren, tenía la sensación de ir volando.
“Hoy me está gustando la vida
como hasta ahora no lo había experimentado. ¡Todo lo que he vivido! y en
ocasiones me he sentido como un árbol sin raíces.
Conocer la piedra bajo la que
han sido enterrados mis padres me ayudará a sentir la vida de otra manera. Mis nuevas
experiencias serán como subir los peldaños de una escalera. Retiraré mí confianza
cuando intuya la sombra del malvado. Y desde la ventana abierta de par en par,
pero con la puerta cerrada, iré descubriendo poco a poco el destino que me he
de forjar. Es verdad que el dolor crece en el mundo segundo a segundo; que
abunda el mal. Y yo mismo de dolor e
ignorancia he estado rodeado..., pero el reencuentro con mi pasado ha
despertado en mí las ganas de besar el cariño por los cuatro costados, abriendo
mi quehacer diario a hacer crecer la bondad a mi alrededor”.
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