miércoles, 26 de septiembre de 2018

Un buen vino


Habitualmente cuando leemos un poema y lo saboreamos hay algo que siempre,  implícita o explícitamente, nos cala más profundamente, cómo si de alguna forma expresara algo de nuestro propio ser.

No importa la nacionalidad del autor. Ya sea español o latinoamericano, ruso o japonés, ha sacado con su poema una pequeña foto de una parte de nosotros mismos en la que nos vemos reflejados.

Por ejemplo, aquél de Miguel Hernández, “Hijo de la luz y de la sombra”, en el que expresa un amor idealizado, truncado por las vicisitudes de la vida.

Unas veces te ves un nombre que te avisa, como una sombra en de la medianoche. Otras nuestro corazón que arde y que con su pisadas lleva fuego a todas partes. En más de una ocasión es el escalofrío que como un sentimiento extraño parece incendiar nuestro interior y sobrecoge nuestra ser.

Quiero recordar que fue el famoso literato francés Charles Beaudelaire quién hablando de la poesía habla también de la bebida, comentando que pocos placeres hay en el mundo son los tan intensos ahí en el mundo cómo consumir lentamente un buen vaso de vino, mientras escuchas una poesía y escribes unos versos en los que, entre otras cosas, decía :

“Hay que estar ebrio siempre.
Todo reside en eso. Es la única cuestión.
Pero de qué de vino, poesía o virtud se trata. Como mejor les parezca pero embriáguense”.

Una forma más la de un poeta de expresar la sintonía y simbiosis entre la poesía y la vida.




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