miércoles, 17 de abril de 2019

¿Arde París?


¿Arde París? Esa fue la pregunta que Hitler le hizo a Dietrich von Choltitz, gobernador militar de la capital ocupada, justo antes de la retirada del ejercito nazi. El momento de lucidez de aquel personaje frustró los deseos del dictador y París -la ciudad- se salvó de la devastación.

Esta vez no ha sigo una acción voluntaria la que ha echado abajo una pieza de la Historia; de la Historia no solo de Francia, sino de la Historia de todos. También la Historia de los que somos o no seguidores de una doctrina religiosa concreta. Su valor histórico, cultural, social es mayor que la suma de los elementos que componían la catedral.

Recuerdo con tristeza cuando los talibanes destrozaron a fuerza de dinamita las dos gigantescas estatuas de Buda talladas a los lados de un acantilado en el valle de Bamiyán, en Afganistán central. Ese día no solo perdieron los fieles de una religión. Perdió la Humanidad un trocito de su memoria.

Leo y escucho que reconstruir Nôtre Dame puede llevar veinte o treinta años. Da igual, no hay prisa. Lo principal es que no ha habido víctimas. La Historia no tiene prisa.





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